Donde se habla del AVE y de tres amigos poetas

Quiso el cielo o los cielos o los dioses que pueblan los cielos o el buen dios creador de los cielos  que el mismo día que la Universidad Complutense de Madrid anunciaba su propósito de recortar las carreras universitarias, es decir reducir su estructura, tu tierra, amigo Tulio, sufría una verdadera conmoción ante el anuncio de que se iba a crear una universidad privada con el nombre de Emérita. Y como los hortelanos bien sabemos que no hay mildiu sin oídio, ni oídio sin araña, al siguiente día, todos leíamos en el papel que la Universidad Católica de Ávila proyectaba crear en Plasencia una sucursal o algo parecido. “A la gran seca, la gran mojada”, que diría mi amigo que colecciona refranes campesinos. El hortelano que a veces tiene la mala costumbre de pisar moqueta, a la misma hora que le comentaban lo de la universidad privada, ya sé que universidad on line, preguntaba qué títulos impartiría la Privada no fuera a ser que al fin alguien hubiera descubierto alguna carencia académica de la Publica extremeña y tratara de adaptar la oferta universitaria a las verdaderas necesidades de los extremeños: por ejemplo una titulación referidas a las transformaciones agrarias, nuevas tecnologías alimentarias,  o en comercio exterior o ¡vaya usted a saber o no vaya a ser que alguien esté tramando exigir una diplomatura para cultivar tomates o un grado para injertar camelias! El hortelano se atrevió a preguntar por los títulos que pretendían impartir, al tiempo que ¡el muy osado! preguntó si conocían aquello que uno de los que fue su maestro en el arte de querer a Extremadura escribió en un libro memorable (“Extremadura en la Encrucijada”). Adolfo Maíllo García -¡salud, maestro, en el territorio de los muertos!- se lamentaba ante el hecho de que Extremadura hubiera producido una pléyade de literatos en toda su infinita diversidad, historiadores, pensadores, artistas en cualquiera de las disciplinas, hasta políticos, ¡que ya es decir!, y cuán pocos técnicos y tecnólogos y científicos, y yo añadiría cuán escasos empresarios y así nos va. ¿Qué cómo nos va? Pues vamos yendo, amigo Tulio, vamos yendo…, hoy día excitados ante el diluvio universitario que se avecina…

Pero, déjame contarte un cuento verdadero de cuando este hortelano impertinente, -últimamente, como ves, más vago de lo que acostumbra- era un rapaz influido por la doctrina cristiana en los tiempos de niños con pies descalzos en nuestros pueblos. Paseaba por las callejas entre vides y olivos y algún castaño y algún alcornoque -es decir por un territorio que era un paraíso- un anciano de luenga barba y cachaba. Como les dijeron que era hombre ateo y, si no ateo, de la cascara amarga, le apedreábamos. Aquel hombre era un raro ejemplar de científico extremeño, tal vez el hombre de ciencia más eximio que haya producido esta tierra y este hortelano conserva vivo el recuerdo de don Eduardo esquivando los gorrones de una panda de chiquillos bárbaros y desnortados. ¡Un extremeño que se atrevió a cultivar la ciencia!

Hablábamos del carácter “humanístico” de los extremeños  y del escaso interés por la técnica o por los negocios. Y miren por dónde las titulaciones que se proponen impartir los proyectos de universidades privadas en Extremadura tienen el primero de los caracteres. Claro, son las titulaciones más fáciles de impartir y más sencillas de rentabilizar. Pero ¡a ver quien les dice a mis paisanos que no son Universidades lo que más necesitan! Que incluso, si fuéramos sinceros, tomaríamos la tijera tan pronto como la soltaran las manos de la Complutense.

Con esto de las Universidades ocurre como con otras frustraciones atávicas de nosotros los extremeños. Por ejemplo, el AVE. Ya sé lo que estás pensando, Tulio: ¿es que los extremeños no vamos a poder tener AVE? Pues, no, Tulio, los extremeños no necesitamos para nada el AVE. Los extremeños necesitamos un tren moderno y rápido. Punto final. ¿Es que los extremeños no vamos a poder tener aeropuerto? Pues, no, Tulio, los extremeños no necesitamos un aeropuerto. Ni otra Universidad, ni, si me apuras, un kilometro más de autovía o autopista. Los extremeños necesitamos en primer lugar industria; en segundo lugar, industria; y, en tercer lugar, industria. Y luego me dirás que tiene que ser una industria sostenible, respetuosa con el entorno, una industria puntera, una industria que incorpore mucha investigación y mucho desarrollo. Y yo te diré que de acuerdo, y necesitamos una gran plataforma logística y un ferrocarril potente que permita el tráfico de mercancías, no sé si a Lisboa, Sines  o Huelva. Y seguirás preguntándome por qué tipo de industria. Y te diré que una industria transformadora de nuestros recursos. Nos bastaría para tener pleno empleo y empleo de calidad. Como hicieron en California, como están haciendo en Holanda. ¿Sabes lo que más urgentemente necesitamos los extremeños? Poner a trabajar nuestro talento y recortar drásticamente la nómina de los “quietos”.

En esto sí estoy de acuerdo, Tulio: ¿qué hago yo, hortelano de tomate y lechuga, pontificando sobre industria siendo como soy además un hortelano lírico que se está emocionando  escuchando la primera cigarra del verano o esperando que madure la breva de esta higuera que compraste, en un martes de Plasencia, a un colega de Mirabel, aquel pueblín a cuya estación de ferrocarril llegó a comienzos del XX la imprenta que, trasladada por la serranía a lomos de mula, sirvió  para que desde Serradilla aprendieran a leer millones de hispanohablantes, y en donde deberíamos erigir un monumento a Agustín Sánchez Rodrigo y convocar allí, para realzar el acto, a todas las Academias de Lengua. ¿O es que ya nadie recuerda que la cartilla Rayas sirvió para alfabetizar a la humanidad que hablamos el castellano?

Has mencionado a Agustín Sánchez Rodrigo, a Eduardo Hernández Pacheco y a Adolfo Maíllo García y reparas en el talento de tres personajes a los que le “dolía” Extremadura y que, si vivieran, les seguiría “doliendo”. ¿Qué pensarían ellos del complejo de inferioridad de nosotros los extremeños que tratamos de paliar nuestro complejo reclamando AVES, autopistas y aeropuertos y, ahora, Universidades? ¿AVES para poder lucir galones en Atocha? ¿Aeropuertos para que nosotros los abuelos viajemos a Nueva York para visitar a los nietos? ¿Más autopistas que faciliten el transporte de mercancías para que se manufacturen fuera? ¿Otra Universidad para seguir colaborando con otros territorios enviándoles jóvenes con formación y talento? Mis mejores amigos, casi todos, Tulio, tienen los nietos fuera.

Y mientras el hortelano está enhebrando estas impertinencias, le llega la noticia de que a uno de sus amigos poetas, -el hortelano tiene hasta cuatro amigos poetas-, le acaban de conceder un premio muy importante de poesía. De repente el hortelano siente la distancia de una tierra siempre distante y esquiva, y se ha puesto melancólico –oh, dulce melancolía-  como corresponde a todos los que conservamos la cicatriz que nos produce la lejanía. Tu amigo, el poeta de Villalba de los Barros, ahora otra vez premiado, escribió estos versos que cuándo los lee en público, notas cómo a mis paisanos ausentes se les pinzan los huesos: “Esta pena que traigo en el costado,/ que me siembra en el alma la amargura,/ es el viejo dolor de un desterrado/ que llora sin cesar su desventura./Duele tanto la ausencia de mi tierra, de sus plazas, sus calles, sus trigales…/Hoy el viento me trae de la sierra/,aromas tan del sur, primaverales” (José Iglesias Benítez)

O estos otros versos de tu otro amigo del alma, el hombre que construyó una  cosmogonía con el nombre del pueblo más bonito del mundo: Ahora que los años han ardido/ en los fuegos oscuros de la vida;/ ahora que el recuerdo es solo sombra;/ahora que los pasos son opacos/ y no encuentra su espejo la mirada;/ahora llevo turbio el corazón/ y nevado el retrato de aquel niño.”(Juan carlos Rodríguez Búrdalo)

 

Pero de la usencia de la tierra me sé yo otros versos tremendos, vindicativos, salidos de la pluma de tu otro amigo poeta: Aquí arraigó del hombre /el corazón no más; la inteligencia /ramoneó buscando pastura fronteriza, /laicos abrevaderos lejanos donde fuera /remunerado al menos el dolor. /Pero aquí a desnacer retornan todos /irremediablemente /porque está escrito /que han de reunirse /el hombre y su mirada /antes de izar las velas del último naufragio.(Pablo Jiménez)

 

Ahora que lo pienso, amigo Tulio, cuando llegue la hora de dar de mano en la huerta, me gustaría cerrar el ciclo de la añoranza y de la melancolía emborronando unas cuartillas con este título: nostalgia de Extremadura en la obra tres poetas de la ausencia. O mejor con este otro: la huella de Extremadura en la obra de tres poetas que añoran su tierra. Y es que, se mire por donde se mire, el problema de Extremadura ha sido a lo largo de la historia y lo sigue siendo en el siglo XXI el de su vaciamiento. La gente se va. Y no estoy seguro de que no se estén yendo los mejores.  

 

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