Sobre el autor

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El hortelano que suscribe es propenso a mitificar a gentes a las que admira. En este caso a aquel filosofo que se encerró en la torre de su hacienda, y se pasó años repensando la razón de todas las cosas. Admira también al autor de El Espectador por aquello de que paseaba buscando materia para sorprenderse. El filósofo observador venía de la escuela de los griegos y de los latinos, y el hortelano escribiría aquí los nombres de Epicuro, también por lo de la huerta, de Cicerón y de Horacio. Y añadiría a otro hedonista redomado, al señor de Palafruguell, y, si se tratara de nombres de poetas, por abreviar, se referiría al que nació en un patio de Sevilla y aquel que ideó una elegía andaluza a lomos de un borriquillo. Pero, sobre todo, el hortelano admira a un hombre que creó una institución y una residencia para estudiantes. El hortelano es hombre mitómano, ya lo ven.

El hortelano tuvo otra vida. Y en aquella vida, tan próxima y no del todo apagada, aprendió a gozar de la amistad de los hombres con talento, sobre todo si, además, y sobre todo, tienen honra y libertad de pensamiento. Ahora cultiva rosas y lechugas en la aldea. A veces tiene la tentación de corregir al latino que firmó De senectute para añadir otra cualidad a la edad madura: la clarividencia. Porque con frecuencia siente que, desde la huerta, se entiende mejor el universo.

En una tierra en la que es habitual que la gente mire para otra parte, el hortelano, de natural distraído y ensimismado, ha resuelto practicar el género de la impertinencia JJBB

3 comentarios en “Sobre el autor

  1. Bellísima extensión de tu libro sobre horticultura filosófica y otras cosas que alimentan el espíritu.
    Espero que esa impertinencia, que presumo amable, vaya sirviendo de abono a nuestra tierra necesitada.

    Discrepo en tantas cosas con tu planteamiento, como aquellas con las que me identifico sinceramente.
    Creo que los males presentes y futuros de Extremadura.- los pretéritos ya sirvieron para amargar a los ancestros, mejor usarlos exclusivamente como aprendizaje- pasan por ignorar al pionero en sus preguntas fundamentales, aquellas sobre quienes somos, donde estamos y adonde vamos, a las que yo añadiría alguna ectopia, realmente impertinente. ¿Realmente somos?

    Sin abundar en las innumerables y doctas opiniones sobre y contra los nacionalismos en general, y admitiendo que la nuestra-virtual- depende exclusivamente de limosneros luteranos durante las últimas décadas (Que horror) y queda prolongada sine die por el articulo aquel del café para todos que fundamenta nuestro libro sagrado, además de por los pingües beneficios electorales que suministramos a los usufructuarios reales de este artilugio en que nos movemos, no veo diferencia sustancial con los vecinos del norte, del sur, y de los del otro lado de la raya.
    Sus problemas son los nuestros y, probablemente sus causas tambien.No puedo sentirme protagonista, ni patriota, de un desastre para nada exclusivo de nuestra tierra.

    No le veo sentido al enroque cuando la partida se basa en perder piezas indefectiblemente (esa palabra le gustaba mucho a Pla) y en esperar a que el contendiente, el mundo real, se canse de nosotros.
    Hablar de los funcionarios en Extremadura es hacerlo de la principal fuente laboral, la hipoteca del futuro, a la vez que el soporte electoral de los administradores de la limosna ajena. Indudablemente que necesitan una reforma, a fondo. Algo imposible con las coordenadas actuales, timón y sextante mediante.

    Claro que ellos son solo un síntoma de esta agonia interminable. ¿Tienen nuestros paisanos interés en cambiar este estado de cosas?. A la vista de su comportamiento democrático durante las últimas décadas, nulo aparte del óbolo cuatrienal a la urna, yo diría que no. Resignación y pedir por dios.

    Como veo que te gustan las parábolas te voy a contar la historia de una santo – o quizás solo beato- de por aquí, la de Fray Leopoldo de Alpandeire, de gran devoción popular, estampas, calendarios, capillas, novenas y todo lo que puede merecer este gran hombre, y fraile capuchino, que lo fue.
    ¿Su mérito?. Ser durante cincuenta años el limosnero del convento de Granada donde ejerció la función de «repartir» la limosna, la comida, la ayuda económica que «otros» suministraban al convento.
    Al final el buen hombre, que lo fue, insisto, santo. Los demás en el ostracismo, en el limbo que ya tampoco.
    Suelo aplicar esta vida de santos a nuestra actualidad y compruebo que afortunadamente está todo inventado.
    Y me vuelvo a sentir como Pla, sudoroso y anonadado ante el encendido vespertino del skyline de Nueva York:
    ¿Y esto quién lo paga?
    A la que inevitablemente me sale el añadido impertinente: ¿Y aquí, hasta cuando?

    Un abrazo y enhorabuena por tu iniciativa. Al menos eppur si muove, que diría el hereje

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  2. José Iglesias Benítez

    Impertinentes, claro, por certeras y oportunas, las opiniones que el Hortelano ha dejado en su blog.
    Aquí seguiremos tirando a la esterquera las mejores semillas como hemos hecho invariablemente a lo largo de los siglos. Ningún gobierno en esta taifa nuestra va a molestarse en apoyar a la pequeña empresa ni a las industrias más innovadoras o de nueva tecnologías. Nuestros talentos seguirán aspirando a un «sueldito fijo» de funcionario o en el peor de los casos, a obtener cada temporada las firmas necesarias de peonadas para cobrar el PER. Preguntado un zangolotino en la escuela sobre qué iba a ser de mayor, contestó con desparpajo: «Yo, parado, como mi padre. Pues eso.
    Enhorabuena, Hortelano, por este aire fresco de tus opiniones impertinentes.

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  3. Genial planteamiento, enmarcado en la libertad de pensamiento y en la visión a largo plazo de los grandes problemas, tan escasa en Extremadura.
    Comparto mucho de lo que dices, sólo te aportaré un comentario en favor de la Universidad de Extremadura, que, si bien podría y debería hacer mucho más por la región, sin duda ninguna, sí aporta empresarios, directivos y emprendedores que trabajan en la economía productiva de la región, con una presencia internacional que no se conocía hace tan sólo 20 años. Además de excelentes profesionales en muchos campos del saber.
    Ricardo Hernández

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